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05. Fertilización con líquidos y estiércol
Fecha de Publicación: 20/1/2012 |
Fertilización con efluentes líquidos y estiércol
4.1. Riego con efluentes líquidos
El objeto de establecer áreas a regar
con los efluentes consiste en minimizar
los riesgos de contaminación con los líquidos
emanados del feedlot a través de
la generación de un uso económico del
agua, nutrientes y materia orgánica almacenados
en la laguna de almacenamiento.
Los cultivos o pasturas producidos
bajo riego serán seleccionados por su
alta capacidad de retención de nutrientes
en biomasa aérea y la facilidad de cosecha
mecánica del forraje (Clark et al., 1975
a; Sweeten, 2000). Si la cosecha fuera por
medio del pastoreo directo, el retorno de
nutrientes al lote es muy alto y se reducen
la capacidad del sitio para aceptar riegos
frecuentes con líquidos efluentes de
alta carga de nutrientes en solución (particularmente
fuentes nitrogenadas y
azufradas de alta movilidad). La capacidad
del suelo de asimilar nutrientes es
crucial. Los suelos arenosos tienen una
muy baja capacidad de retención de
nutrientes, los más francos o arcillosos tienen
mayor capacidad.
En el diseño de la superficie a regar
debe tenerse en cuenta la cantidad de
agua a dispersar, calculo que debería hacerse
teniendo en cuenta el volumen a
colectar en un año correspondiente al
90% más húmedo conocido en los últimos
50 años del sitio. Dado que el aporte
por lluvias es también importante en
esas condiciones y el riego debe planificarse
en base al déficit hídrico, la cantidad
de agua de lluvia deberá ser sumada
a los aportes y, en función de la demanda
anual de los cultivos, se calculará la
superficie mínima a disponer para no generar
excedentes que resulten en la acumulación
de residuales en la laguna de
almacenamiento.
La tasa de carga anual de nitrógeno,
fósforo, demanda bioquímica de oxígeno
(DBO), sales y carga hidráulica del efluente a regar deben ser calculada. En
algunos casos será necesario inyectar
agua común al riego para diluir la carga
de sales y nutrientes, y ajustarla a la asimilación
de los cultivos (Clark et al., 1975
a,b; Clark, 1975b).
La uniformidad de distribución del
agua es esencial para no generar áreas
de sobrecarga, por otro lado el clima y el
tipo de cultivo definen la cantidad a incorporar
y la eficiencia de uso del agua y
de los nutrientes. En ambientes con alta
capacidad de evaporación, climas cálidos,
los efluentes a regar pueden ser menores
en volumen pero más concentrados.
En los casos de climas templados, por otro
lado, la evaporación puede ser escasa y
consecuentemente la evapo-transpiración
de grandes cantidades de agua sería el
principal objetivo. Así, se seleccionarán
distintos cultivos, algunos con alta producción
de materia seca y alta eficiencia de
conversión de agua en biomasa aérea
para retener nutrientes (ej. maíz o
sorgos), escenario de climas cálidos, o se
seleccionarán cultivos de baja eficiencia
de producción de biomasa por unidad de
agua utilizada (ej. las leguminosas)
(Wallingford et al., 1994; Butchmaker,
1973). En estos suelos irrigados con fertilizantes
líquidos, la movilidad de los
nutrientes es potencialmente alta por lo
que se recomienda disturbar el suelo en
la menor medida posible. Las labranzas
aceleran la mineralización de la materia
orgánica y aumentan la movilidad de los
nutrientes (Harman et al., 1994).
Es conveniente disponer de un
relevamiento topográfico del área y del
perfil del suelo a regar. Entre las condiciones
deseables del suelo a regar se incluirían:
Capacidad de carga hidráulica del suelo,
permeabilidad en la superficie, baja
salinidad a través del perfil, bajo nivel de sodio bajo contenido de nitratos, alta capacidad
de adsorción de fósforo,
freática profunda (más de 1 m),
ausencia de estratos endurecidos
limitantes de la profundidad antes del
metro de perfil.
Se sugiere que el área: no tenga antecedentes
de inundación no exista en la
proximidad recursos hídricos superficiales
o drenajes no dimensionados para recibir
excedentes del área a regar sea homogénea,
las pendientes sean suaves o
inexistentes.
Será también necesario realizar
muestreos periódicos de nutrientes y física
de suelos para detectar:
Acumulación de algunos nutrientes,
desbalances de elementos nutrientes,
incrementos de salinidad y de sodio,
necesidad de yeso para reducir el efecto
de alto contenido de sodio (natricidad), y
necesidad de lavado para reducir
salinidad.
1.1. Calidad de los efluentes
Las características de la dieta, la frecuencia
e intensidad de las lluvias, el tamaño
y diseño de los corrales y la frecuencia
de limpieza de las excretas condicionan
la cantidad y composición del
efluente. El Cuadro 4.1 muestra resultados
medios de análisis de efluentes generados
durante una lluvia sobre áreas
de feedlot.
Los niveles de nitrógeno varían en el
rango de 20 a 400 mg/litro, mayoritariamente
en la forma de amonio. La
salinidad (medida en CE) varía en 2 a 15
dS/m y las concentraciones de sodio (en
SAR) de 2,5 a 16. Los niveles de fósforo
se ubican en el rango de 10 a 150 mg/
litro y los sólidos totales entre los 2000 y
15000 mg/litro (NSW Agriculture, 1998;
Marek et al., 1994).
La carga de nutrientes de los efluentes
es comúnmente inferior a la demanda de
los cultivos utilizables en un área de riego,
al menos en términos anuales. Sin
embargo, no puede ajustarse el riego a
la demanda de nutrientes, sino a la de
agua (Powers et al., 1973). Si se utilizara
el primer criterio, se podría exceder la
carga hídrica tolerable y se promovería
la lixiviación y la escorrentía. Adicionalmente,
se expondría a incrementos de la
salinidad a niveles intolerables por las
plantas. El grado de salinidad del
efluente tipo de feedlot es demasiado
alto para el riego directo. Determinaciones
realizadas en EEUU indican que
efluentes almacenados en lagunas de almacenamiento
pueden alcanzar conductividades
eléctricas de hasta 15 dS/m. El
mayor contribuyente a ese nivel de
salinidad es el cloruro de potasio, seguido
del cloruro de sodio y el de amonio.
El agua comúnmente utilizada para riego
tiene entre 0,6 y 1,4 dS/m y es muy
segura desde el punto de vista del riesgo
de salinización cuando su CE es inferior a
los 0,8 dS/m, pero por sobre los 2,5 dS/m
es tolerada por pocos cultivos y pasturas.
La salinidad reduce la producción de forraje,
la eficiencia de captura de los
nutrientes y degrada la calidad del suelo
en el largo plazo. Muy probablemente
en todos los casos se deberá diluir con
agua de bajo contenido de sales totales
si se plantea cubrir déficit hídricos con
agua proveniente de efluentes de feedlot
(Marek et al., 1994, 1995; Sweeten, 1976).
Teniendo en cuenta los factores ambientales
y los de calidad del efluente
antes citados, el rango de aplicaciones es
muy amplio. Varía entre 100 y 1000 mm
anuales. El riesgo de acumulación de
sodio se acentúa en los valores mayores,
con efectos degradantes del suelo. Con
ese tipo de lámina anual es conveniente
prever lavados del suelo y un sistema de
drenajes del lote bajo riego como para
contener y manejar los excedentes
1.2. Programa de uso y monitoreo
El manejo del efluente líquido debería
plantear un programa de uso. Se listan
a continuación aspectos a tener en cuenta
en el diseño del programa y a
monitorear previo y posterior a las aplicaciones.
Sería conveniente la opinión técnica de un especialista en riego y fertilización
para ajustar el programa.
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Antes de aplicar:
- Determinar el contenido de N, P, K y
sales totales del efluente.
- Determinar las características de textura
del suelo y su capacidad de retención
hídrica.
- Relevar el régimen hídrico del sitio a
regar
- Describir el balance hidrológico probable.
- Seleccionar cultivos a utilizar y justificar
su inclusión en función de su potencial
para capturar nutrientes en biomasa
vegetal.
- Determinar el nivel de aplicación de
efluente máxima anual posible de
acuerdo con la capacidad de captura de
nutrientes en suelo y vegetación y los límites
impuestos por el contenido de sales.
- Asignación de superficies. Con la información
precedente calcular la superficie
a regar.
- Seleccionar la superficie de acuerdo
con pautas recomendadas con respecto a:
a) textura de suelos, b) pendientes, c) distancias
a centros poblados, d) distancia a
acuíferos superficiales y pozos de agua,
e) profundidad mínima de la freática, f)
capacidad de evapotranspiración y captura
de nutrientes por los cultivos y g)
precipitación en la estación de crecimiento y anual.
- Confeccionar un plano con la ubicación
topográfica de la superficie a regar. Incluir
la información citada arriba.
- Describir la tecnología de los cultivos a
desarrollar y los momentos convenientes
de aplicación de los efluentes líquidos.
- Definir el sistema de cosecha y destino
del forraje a producir.
Luego de aplicaciones recurrentes:
- Determinar periódicamente (anualmente)
el contenido de N, P, K, sales totales,
y el pH en el perfil de suelo a los 0 a
20, 20 a 60 y 60 a 1m de profundidad. El
análisis de la evolución de los contenidos
de nutrientes y sales permitirá hacer correcciones
en la dosificación y momento
de aplicación para prevenir lixiviación de
contaminantes y salinizacion del suelo.
- Determinar contenido de nutrientes en pozos de agua y acuíferos superficiales
- Determinar el perfil nutricional (macro y micro-minerales relevantes: N, P, S, K, Ca, Mg, Bo, Mo, Se, Zn, Mn, Al y Cd) de los forrajes producidos en el lote y contenidos en el suelo. Estos análisis permitirán la identificación de desbalances nutricionales debidos a carencias o efectos competitivos entre elementos que resulten en carencias o acumulaciones toxicas para las plantas como para los consumidores del forraje generado.
4.2. Abonado con estiércol
Una tonelada de excrementos de bovinos
de feedlot contiene cerca de 5 kg
de nitrógeno, 1 kg de fósforo y 4 kg de
potasio. Si no se considera la fracción líquida,
el excremento resulta en 2,5 kg de
nitrógeno, 1 kg de fósforo y 0,8 kg de
potasio (1kg K2O). Determinaciones en
varios feedlots de EEUU indicaron que el
excremento promedio de feedlot contiene
entre 2 y 2,5% de nitrógeno, 0,3 a 0,8
% de fósforo y 1,2 a 1,8 %de potasio en
base seca (Mathers et al., 1971, 1973;
Arrington y Pachek, 1981; Sweeten y
Amosson, 1995). Investigaciones australianas
(NSW Agriculture, 1998) sugieren
rangos de 0,7 a 3% de nitrógeno, 0,2 a
1,4% de fósforo, 0,7 a 4% de potasio sobre
base seca y un contenido de humedad
del 9 al 54% para cálculos de mínimos
o máximos según se lo requiera. A
manera de ejemplo adicional, en el Cuadro
4.2 se resume información de composición
química de muestreos realizados
en feedlots de Australia (NSW
Agriculture, 1998).
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El clima, la dieta, el tipo de instalaciones
y la limpieza afectan la composición
final de la excreta acumulada en los corrales.
Debido a esta gran variabilidad
en los contenidos, particularmente de nitrógeno,
es conveniente producir información
local para ajustar las estimaciones
de las concentraciones de elementos
en la excreta recientemente producida y
la que se remueve periódicamente de los
corrales. La primera permitirá conocer las
diferencias que se pierden por volatilización,
o disuelta en los efluentes líquidos
vía lixiviación o movimiento superficial.
La segunda calificará la composición de
la excreta que se pretende introducir en
un programa de uso.
Como regla general se sugiere disponer
de 1 ha a fertilizar cada 20 a 25 animales
en el feedlot, en sistemas de secano.
En áreas bajo riego, con cultivos de
mayor intensidad, se utiliza una relación
de 1 ha por cada 10 a 15 animales. Si se
implementan algunas prácticas de manejo
y manipulación de las dietas podrían
reducirse las emisiones de nitrógeno en
las excretas y consecuentemente podría
incrementarse el número de animales por
superficie a fertilizar (Satter et al., 1998).
Al igual que el planteo de uso de líquidos,
los cultivos producidos en el área fertilizada
deben ser cosechados y extraídos
del predio. El pastoreo directo extrae a
una tasa muy lenta, no compatible con
un planteo de fertilizaciones recurrentes.
Podría ser más seguro disponer de una
superficie mayor y tener así mayor flexibilidad
en la forma de cosecha del forraje.
El monitoreo de los efectos de la aplicación
sobre las propiedades del suelo y
sobre la calidad de aguas es necesario
para realizar ajustes en la tasa, forma y
momento de aplicación de estos fertilizantes
orgánicos.
Aplicaciones de 8 a 15 toneladas de
excreta (en base seca) provee suficiente
nitrógeno para la mayoría de los cultivos
en secano y retrasa o evita la salinización.
Aplicaciones de 22 toneladas de excremento
por hectárea, con 35 a 50% de
humedad, proveen la base nutricional de
maíz, sorgo o trigo bajo riego (Mathers y
Stewart, 1984).
Se recomienda generalmente fertilizar
de acuerdo con los requerimientos de nitrógeno
o demanda de agua de los cultivos
(NSW Agriculture, 1998). El cálculo de
las aplicaciones dependerá de la demanda
del cultivo y la cantidad de nutrientes
disponibles en el suelo. El exceso de estiércol
resulta en lixiviación y movimiento
superficial de nutrientes e incrementa
el riesgo de salinización. Niveles de 70 a
100 toneladas por hectárea han permitido
producciones sin limitantes
nutricionales en varios cultivos de sorgo
y maíz, pero cantidades superiores han
deprimido los rendimientos, provocado
salinización, daño a la producción y contaminación
por lixiviación (Stewart y
Meek, 1977). Debe tenerse en cuenta en
los cálculos la disponibilidad de los
nutrientes aportados por el abono.
Los nutrientes estarán accesibles para
los cultivos cuando la materia orgánica
aplicada al suelo sea degradada y los
nutrientes sean liberados en formas solubles.
Este proceso no es instantáneo, solamente
la mitad del nitrógeno aplicado
estará disponible para el cultivo en el primer
año. El remanente, de degradación
más lenta, se va liberando en los años
sucesivos por la acción microbiana. La
eficiencia de captura del nitrógeno por
la vegetación ocurrirá en los meses de crecimiento
vegetativo de la planta, poco
ocurre durante meses fríos o de cultivos
en dormancia. Asimismo, el nitrógeno es
el elemento de mayor movilidad, se
volatiliza, lixivia o escurre y pierde en el
agua de superficie si no se lo captura en
biomasa vegetal. Es conveniente fertilizar
en la línea de siembra de los cultivos
para aumentar la eficiencia de captura y
reducir las pérdidas por lixiviación.
En cuanto al potasio aportado, el abono
de feedlot contiene nitrógeno y
potasio en relaciones similares a las requeridas
por la mayoría de las plantas,
por lo que al fertilizar por requerimientos de nitrógeno con excreta bovina se
fertiliza también con potasio en las proporciones
deseables. Las altas cargas de
potasio en el agua son raramente un problema
en las áreas de riego por la alta
capacidad de los suelos de retener
potasio. Sin embargo, como para los
otros nutrientes, el elemento debe integrarse
a la solución acuosa del suelo para
poder ser capturado por la matriz coloide
y retenido.
El abono orgánico aporta también cantidades
importantes de fósforo. Este elemento
es el menos móvil, poco susceptible
a la lixiviación pero puede incrementar
su tasa de migración cuando el suelo
excede las posibilidades de absorción y
retención del nutriente. Las fertilizaciones
recurrentes con excreta incrementan el
nivel de fósforo del suelo. Existe riesgo
de sobrecarga de fósforo, particularmente
en suelos con limitada capacidad de
retención hídrica. En esos casos podría
ser conveniente fertilizar de acuerdo con
la demanda de fósforo y complementar
la posible carencia de nitrógeno con una
fertilizante químico (ej. urea). En esos
mismos casos, las rotaciones con leguminosas
permitirían también mejorar el balance
del nitrógeno sin deteriorar el del
fósforo.
La fertilización distribuida en varias
aplicaciones escalonadas favorece la respuesta,
aumenta la eficiencia de captura
de los nutrientes y reduce los riesgos de
lixiviación y movimiento superficial por
lluvias. La incorporación al suelo con una
labranza superficial también mejora la
eficiencia de uso de los nutrientes, en
particular del nitrógeno por reducir su
volatilización y acelerar la nitrificación.
Dados los volúmenes de aplicación, deben
tenerse en cuenta los posibles movimientos
con precipitaciones y escorrentías
en el potrero, pudiéndose generar sectores
de déficit y otros de sobrecarga, siendo
estos últimos también los
topográficamente más bajos y de menor
profundidad de suelo hasta el nivel
freático.
Con la aplicación de abonos orgánicos
la respuesta más rápida y visible es al nitrógeno,
luego al fósforo y a los otros elementos
que se aportan y pudieran estar
en déficit en el suelo (Mathers y Stewart,
1984; Sweeten, 1979, 1984). Frecuentemente
se menciona a las aplicaciones de
abonos como correctores también de deficiencias
de micronutrientes y capacidad
buffer. Las mejores respuestas a la fertilización
orgánica se verifican en suelos de
textura franca con bajos niveles de nitrógeno
y fósforo. Aún en esas condiciones
se recomienda fertilizar con el mínimo
necesario para retardar el incremento
excesivo de fósforo, e incluso pensar en
el complemento con urea u otro oferente
de nitrógeno solamente.
Existe un efecto postergado o residual
de la aplicación de abonos orgánicos que
debe ser tenida en cuenta en el ajuste de
fertilidad en años sucesivos (Mathers et
al., 1975). El monitoreo de macronutrientes
como azufre, magnesio,
potasio y sodio es necesario para evitar
excedentes perjudiciales. El aporte de
micro-nutrientes en estas aplicaciones es
menos relevante desde el riesgo de contaminación
y bloqueo de otros elementos.
Por otro lado, es factible que se pueda
dar una mejora de la estructura edáfica
(mayor capacidad de retencion de
nutrientes y agua) debido a los aportes
de estiércol al suelo, pero tal efecto no se
detectará hasta pasados 4 o más ciclos o
años (Mathers y Stewart, 1981; Sweeten
y Mathers, 1985).
Las pendientes del lote constituyen
otro factor condicionante de la magnitud
y frecuencia de las aplicaciones de abonos
líquidos o sólidos. En lotes con pendientes
mayores al 1,5% y que serán sujetos
de fertilizaciones recurrentes con
efluentes líquidos o estiércol, sería conveniente
construir almacenamientos de
tierra o bordes en los lados hacia donde
la escorrentía superficial se dirige, si dicho
escape pone en riesgo recursos
hídricos u otra construcción próxima (NSW
Agricultura, 1998; Lott, 1994b). Esa bordura servirá de almacenamiento temporal
permitiendo que el agua encuentre
una vía de salida planeada previamente..
Franjas de vegetación natural o implantada
que operen de barrera adicional
ayudan también a retardar y disminuir
el escurrimiento. Finalmente, se debería
evitar fertilizaciones con abonos
orgánicos en áreas de pendiente con distancias
menores de 100 m a cursos o fuentes
de agua. Tampoco se debe aplicar
efluentes líquidos o estiércol en áreas de
alta recarga de acuíferos ni sobre suelos
salinos (Mathers y Stewart, 1984;
Paine,1973; Lehman y Clarck, 1975).
Por último, se debería evitar lotes para
fertilización con estiércol que se encuentren
muy próximos a sectores poblados o
de recreación. El estiércol recientemente
distribuido genera olores que pueden
resultar muy molestos a las personas si la
incidencia por proximidad o magnitud es
alta (NSW Agriculture, 1998) . Es importante
tener en cuenta el sentido de los
vientos predominantes y la época de fertilización.
La incorporación inmediata en
el suelo reduce el efecto. La homogeneidad
de distribución es otro factor,
amontonamientos de excrementos prolongan
la producción de olores. Si se distribuyen
líquidos, la aspersión realizada
lo más próxima al suelo evitará la deriva
con el viento y el transporte de olores a áreas vecinas.
4.2. Programa de uso y monitoreo
El manejo del estiércol debería plantear
un programa de uso semejante al
planteado para el uso de efluentes líquidos
(ver pag. 80 4.2). Sería conveniente
la opinión técnica de un especialista en
fertilización con abonos para ajustar el
programa.
Aníbal J. Pordomingo
INTA Anguil
Agradecimientos:
El autor agradece los aportes de información y la crítica del Dr. Ernesto Viglizzo
(Coordinador del
Programa Nacional de Gestión Ambiental de INTA)